Las hijas de Alina asesinadas por su padre Cristian el 17 de Marzo, se llamaban Larisa y Elisa.

Manifiesto leído «Lunes sin Sol» del 25/03/24. Plataforma contra la violencia machista de León

A ellas les arrancan la vida, pero detrás quedan muchas más personas que se convierten en invisibles tras el minuto de silencio, que es el protocolo que jamás falla para los poderes públicos, ese minuto que deberíamos plantearnos si sirve para algo, si al menos ha movilizado conciencias o ha pasado a formar parte del horror.

Nos reunimos en esta concentración para mostrar nuestra más sólida, enérgica e inquebrantable repulsa al asesinato machista perpetrado el 19 de marzo de 2024. La mujer asesinada ANDREA YTURRY ALAVE de 25 años residía en la localidad de Palmeira (La Coruña) y tenía u hijo de 2 años con el asesino. El hombre que la asesinó a puñaladas fue su expareja, se llama JHUL PRINCIPE CASAHUAMAN el cual ya había sido denunciado por violencia machista por otra pareja anterior, cuyas denuncias según el Delegado del Gobierno en Galicia “estaban anuladas por el paso del tiempo”. Y lo dice a sabiendas de que esta violencia constituye un delito público y que por tanto es el sistema judicial quien tiene que remover los obstáculos para que avance el procedimiento hasta que haya una resolución. 

Además, el lunes pasado ya citamos en esta concentración la tragedia que había acabado de ocurrir. Hoy está confirmada oficialmente.  “Un padre con orden de alejamiento mata a sus dos hijas de 2 y 4 años en la provincial de Almería y se suicida”. Las envenenó con un pesticida en su domicilio mientras ejercía el derecho de visitas, a pesar de que tenía orden de alejamiento de la madre de las niñas que se llama Alina y estaba pendiente de juicio por violencia machista previsto para el 10 de abril próximo.

Son 1247 mujeres asesinadas por hombres (parejas o exparejas) según datos oficiales desde 2003.  7 en lo que llevamos de este año, que han dejado 440 criaturas huérfanas (contabilizadas desde 2013)  y a su vez  54 menores asesinadas/os por su padre desde 2013. Las hijas de Alina asesinadas por su padre Cristian el 17 de Marzo, se llamaban Larisa y Elisa.

EN SU MEMORIA GUARDAMOS UN MINUTO DE SILENCIO.

Matan a una y nos matan a todas, gritamos desde el dolor y el enfado, desde el ¡¡Basta ya!! a la violencia machista,  que tiene sus causas en el desigual reparto del poder entre los sexos, en la estructura social que ha otorgado a los hombres la prerrogativa de utilizar la violencia contra las mujeres para mantenerlas bajo control, y que se produce y reproduce mediante los discursos culturales de todo tipo, desde la literatura al cine; desde las series a los cómics, desde los videojuegos a la pornografía; desde la música, a la publicidad.

¡Duele!. Duele oir que la violencia machista no existe, Y duele porque conocemos a diario los asesinatos de mujeres a manos de hombres que son o fueron sus parejas, padres de sus hijas e hijos a quienes también matan.

La lucha de las mujeres es diaria, directamente proporcional a los asesinatos, paralela a cada vez que el sistema judicial deja al descubierto sus limitaciones en materia de mujeres, de infancia, mientras seguimos clamando que falta prevención que falta formación. La formación efectivamente es importante como también lo es expedientar y separar de sus funciones a quienes muestran abiertamente opacidad, oscurantismo o negligencia inexcusable. El sistema dispone de elementos suficientes como para impedir que se sigan vulnerando los derechos humanos de las mujeres, máxime cuando quienes los vulneran son quienes deberían respetarlos y hacerlos valer.

Sólo una asesinada es ya un fracaso, sólo un niño o niña arrancada de sus madres es fracaso, sólo una hija o hijo asesinados a manos de su padre es un claro ejemplo de que el sistema falla, que no se está haciendo bien el trabajo y no se están invirtiendo los medios suficientes en la protección de los más vulnerables. Las niñas y niños asesinados, las mujeres asesinadas tienen familia, padres, madres, hermanos, amigas, compañeros de trabajo. A ellas les arrancan la vida, pero detrás quedan muchas más personas que se convierten en invisibles tras el minuto de silencio, que es el protocolo que jamás falla para los poderes públicos, ese minuto que deberíamos plantearnos si sirve para algo, si al menos ha movilizado conciencias o ha pasado a formar parte del horror.

Todavía hay quien se cuestiona si las hijas e hijos de las mujeres maltratadas son víctimas directas, incluso defienden que los maltratadores no tienen por qué ser malos padres y abogan porque se relacionen con ellos sin reparo. Utilizan para ello unos recursos innumerables con el único objetivo de demostrarnos al resto, que nos equivocamos porque no sólo no compartimos sus argumentos sino que los condenamos. Pero si uno de esos hijos o hijas es asesinado por su padre, comienza la búsqueda del fallo imputable a cualquiera menos a quien ordenó ese contacto, culpando como casi siempre y de casi todo a las madres, de forma que las madres son condenadas si impiden que se relacionen con padres violentos y también son culpables si les matan. Sea como fuere son las madres las que fallan aunque se hayan cansado de advertirlo, aunque incluso hayan ejercido la desobediencia civil por protegerles, ellas son las que fallan. El  presunto fallo de la madre de las niñas de Almería en acceder a que las visitas no fueran supervisadas, aprobado judicialmente,(insistimos, aprobado judicialmente) es lo primero en lo que incidieron los medios de comunicación, pues las instituciones ya se habían excluido de responsabilidades con la cantinela cotidiana de que se había cumplido el protocolo, obviando que Alina había sido agredida reiteradamente y por ello necesita protección incluso cuando no la pida, cuando no la exige o cuando ella cree que no la precisa. Ya basta de trasladar una vez más el problema a la víctima, ignorando de forma inexcusable en una autoridad pública que cuando se llega al nivel de maltrato al que estaba sometida Alina, madre de las niñas, no se percibe ya nada. Su mente está rota, su autoestima deshecha y su vida es una cadena de dependencia enfermiza de su maltratador.

Y, mientras tanto, se siguen dictando sentencias en un sistema judicial machista y patriarcal basado sobre todas las cosas, sobre todos los derechos, en defender y proteger cueste lo que cueste al pater familias. Se están tomando decisiones sobre custodias, visitas y pensiones de alimentos de espaldas a la violencia machista y sin un enfoque de derechos de la infancia.  La ley contra la violencia en la infancia dice que el juez deberá suspender las visitas en casos de violencia de género y, si excepcionalmente no lo hace, deberá motivarlo debidamente. Esta reforma alivió el peso sobre las mujeres, pero es insuficiente porque siguen haciendo falta recursos y herramientas para valorar el riesgo de forma independiente.  Es decir, sustancialmente no modifica nada porque ante la falta de esos recursos prevalece el arbitrio judicial, tantas veces arbitrario en su motivación, pues sigue sin entender que por encima del derecho del pater familias, está el interés superior de las criaturas menores de edad a tener una vida libre de violencias. El hecho de que alguien sea padre biológico, no significa que sea un buen padre.

Pero, repetimos, un maltratador nunca es un buen padre porque cuando se produce la violencia vicaria, los menores son considerados por los agresores como instrumentos. Por eso no se puede disociar la violencia machista de la vicaria.  Un tipo violento que maltrata a la madre de sus hijos, no es un padre. Ahí no hay filiación que proteger. A unas criaturas no les hace bien estar con un padre así. Un padre es otra cosa.

Ya no hay accidentes ni tropiezos en violencia machista, hay responsabilidad por acción, o por omisión, por dejar la piedra del machismo en mitad del camino de la convivencia. Tiene que tener consecuencias el no asumir esa responsabilidad, tiene que haber sanciones. Las víctimas de violencia machista ya no quieren más minutos de silencio, no quieren concentraciones frente a las instituciones de quienes ostentan las responsabilidades públicas de protegerlas a ellas y sus hijos. Las mujeres que sufren estas situaciones necesitan soluciones para poder vivir sin tener que mirar quien sigue sus pasos, entrar con miedo al portal de su vivienda, temer por si sus criaturas volverán indemnes tras una visita del padre o esconderse del resto del mundo para poder continuar vivas.

A los poderes públicos les exigimos que  aborden de una vez  las causas estructurales de esta violencia y trabajen la prevención que ya es hora de aplicar en su integridad la Ley 1/2004 de Violencia de género que en diciembre cumplirá 20 años de vigencia.

Basta YA

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